Mario Pantoja, un sueño por cumplir enviado por Duvian Sanchez

Mario Pantoja, un sueño por cumplir

Nació en la ciudad de Popayán. Trabajaba la agricultura para reunir el dinero suficiente para grabar su proyecto musical. Una hoja medio arrugada en su mano, un  micrófono de marca akg al frente de su cara y la indicación del productor señalaba que el momento había llegado.
El Poli del movimiento


Sentado en el corredor de su casa, vestía  una chaqueta negra, una sudadera azul y unas chancletas. Así se encontraba Mario Pantoja, un joven de veinticuatro años, cabello rubio de  ojos claros, delgado y aproximadamente 1.80 metros de estatura.

 “Quiero ser un gran cantante reconocido, para que mis letras y mi música sean escuchadas por muchas personas”, decía Mario, mientras llamaba a las gallinas y les daba el alimento. El sol había comenzado a asomarse en las grandes montañas de Los Andes, Nariño, y Mario se arreglaba apresuradamente para irse a trabajar a su parcela.

Mario trabajaba de siete de la mañana a cuatro de la tarde, de lunes a sábado, en invierno y en verano. Él tenía claro por qué lo hacía: “trabajo en el campo con todas la ganas, aunque a veces mi cuerpo y mi mente ya no dan, siempre tengo ese sueño de grabar una canción,  ser escuchado y me vuelvo a motivar. Voy a trabajar fuerte para reunir la plata suficiente para grabar una canción y poderla promocionar”

Mario Pantoja nació en la ciudad de Popayán, pero debido a que su madre era esposa de un campesino proveniente de un pequeño corregimiento, ahora municipio del departamento de Nariño llamado El Peñol, se mudaron a vivir en una vereda donde tenían una pequeña parcela que les daba lo necesario para vivir.

“Mi gusto por la música surgió cuando tenía doce años, mirando a los artistas invitados a las fiestas patronales de mi municipio. Eran respetados y por eso me llamó la atención. Comencé a cantar en todo momento, en el baño, en mi cuarto, e incluso me atreví a mostrar mi voz a unos amigos y me dieron el aval; fue un impulso para seguir”, decía él, mientras  sintonizaba una emisora comunitaria de un municipio vecino,La Poderosa 88.1 fm para sobrellevar el día, ya que que el mediodía se acercaba y el sol calentaba más fuerte.

Mario al igual que otros jóvenes sueñan con ser  grandes cantantes reconocidos a nivel internacional, que comienzan a crear canciones y tratar de grabarlas, pero muchas veces sus letras quedan solamente plasmadas en un papel. En Colombia la música se ha convertido en un negocio masivo. Grandes fábricas de la industria de la cultura como la radio, la televisión e internet, utilizan este recurso para generar hábitos, modas en los jóvenes e incentivar al consumo de cualquier producto.

Habían pasado cuatro meses y el cultivo de maracuyá produjo de manera considerable,  y afortunadamente se vendió a buen precio en el mercado. Mario, con la plata en las manos de su producción agrícola, visualizaba el siguiente paso a seguir: encontrar una casa disquera,  grabar una canción, difundirla y realizar parte de su sueño.

Un jueves, primero de agosto a las dos de la tarde, después de su acostumbrado almuerzo decidió llamar a un amigo de la ciudad de Popayán, pidiéndole el favor  de que le buscara  una disquera productora. “Esperé durante una semana la respuesta y mientras tanto permanecí en la casa, revisando detalladamente la canción que iba a grabar. Me daba un poco de curiosidad ya que era un género urbano reggaetón”, explicó él.

En los años 2000, los primeros cantantes de música urbana reggaetón en Colombia tenían bastantes dificultades para grabar una canción debido al reducido número de casas disqueras en el país y su alto costo para realizar proyectos musicales. Hoy en día, por la revolución tecnológica, las casas disqueras han aumentado considerablemente y no sólo las profesionales sino también las caseras, ofreciendo productos musicales de alta calidad.

El ocho de agosto de 2013, a las tres de la mañana, Mario se disponía a viajar a la ciudad de Pasto con destino  a  Popayán en un bus escalera que viajaba muy temprano todos los días llevando comerciantes a la capital del departamento de Nariño. “Al interior del bus se sienten múltiples olores: de frutas, mascotas, objetos viejos, e incluso el sudor de las personas. Se podría decir que el bus escalera es patrimonio de la localidad”, decía él con una sonrisa.

En la terminal de trasportes de Pasto, decidió viajar con destino a Popayán en un autobús de la empresa Cootranar Ltda. “El tiquete estaba caro treinta y cinco mil pesos, pero no hay nada mejor que viajar cómodo, además sabía que debía llegar dispuesto a la ciudad para poder tener un buen desarrollo en la grabación”, expresaba Mario con un suspiro, recordando aquel momento.

Mientras el autobús estacionaba en la terminal de trasportes, Mario imaginaba con el momento de grabar y enfrentarse con el micrófono: “sentía mucho miedo e inseguridad, ya que estaba queriendo incursionar en un campo desconocido de bastante competencia”.

El autobús estacionó y el conductor rápidamente apresuraba a los pasajeros a bajar sus equipajes. Mario, llevaba un maletín de color rojo vino tinto que le había regalado una novia. El reloj marcaba las tres de la mañana lo cual lo obligó a buscar refugió en una cafetería. “Pedí un café y lo tome a sorbos por lo caliente que estaba. Saque el celular, conecte los auriculares y me dispuse a sintonizar las emisoras de Popayán, hasta que encontré una emisora que se dedica a la difusión de música urbana; Tropicana 106.1 FM”.

Mario, escuchando aquella emisora y mirando por la ventana los primeros buses públicos de la mañana, soñaba con asemejarse a  los artistas que sonaban en la estación radial.

En Colombia los artistas musicales ya no sufren por grabar una canción en una disquera, sino que lo difícil es poder ser difundidos por los medios de comunicación, debido a que ahora los artistas deben pagar para ser sonados y publicitados en una emisora o canal de televisión. Esta práctica se ha generalizado a nivel del país y se la reconoce como “payola”.

Eran las ocho de la mañana, hora estipulada para estar esperando  fuera de la  disquera MCM Producciones. Después de tres golpes la puerta comenzó abrirse suavemente y un joven de gran sonrisa saludó a Mario y lo invitó a pasar; era el productor llamado Mauricio. Mientras llegaban al estudio de grabación, el productor le iba explicando a Mario cuáles eran las condiciones para entrar a grabar. Una gota de sudor caía suavemente por la frente de Mario, hasta chocarse contra el piso.

Un cuarto de poca iluminación, discos de vinilo de color negro de gran tamaño pegados en las paredes junto con aislantes de sonido, una hoja medio arrugada en su mano, un micrófono de marca akg  al frente de su cara y la indicación del productor señalaba que el momento había llegado. Mario Pantoja por fin iba a cumplir parte de su sueño y  satisfacción, grabar una canción

Duvian Sanchez..

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